1 de mayo de 2014

José María Barceló Espuis, poeta


El pasado 17 de abril, fallecía José María Barceló, poeta y amigo de esta casa.

José María Barceló
En su libro Antífonas para un cántico, Magdalena Lasala lo presentaba así:

José María Barceló Espuis nació en Tarragona en 1943. Terminados sus estudios técnicos superiores en la Universidad de Barcelona, reside en Zaragoza desde 1970. Desde 1989 trabaja poniendo toda su formación humanista y capacidad organizativa en la gestión cultural a través de la Obra Social de Ibercaja y otras actividades.
Barceló y Cristóbal Montes, 2008
En 1998 publica su primer poemario Los círculos del tiempo (Colección Devenir, Madrid) donde reflexiona sobre la vida y el olvido obteniendo el reconocimiento de la crítica nacional y regional. Fue traducido al árabe y publicado en El Cairo por la Institución Universitaria Internacional para las Civilizaciones. En 2002 presenta el poemario Hacia la mar de Ítaca (Huerga & Fierro, Madrid) en el que, desde la libertad de la persona despojada de todas sus ataduras, abre una nueva vía de conocimiento poético para acceder a espacios superiores y comprender algo más el por qué del ser y estar aquí. Antífonas para un Cántico es un poema en el que el deseo de encontrarse con la divinidad es tan fuerte como inalcanzable. 
Colabora en revistas especializadas con la publicación de poemas, ensayos, relatos y diversos artículos. Como reconocimiento a su labor recibió el año 2005 el Premio «José María Savirón a la Divulgación Científica». «Antífonas para un cántico» —voz esencial del poeta elevado por el «candor de quien espera» al fulgor del que ya conoce «la luz de tus moradas»— es la pregunta eterna del ser, transmutada en la supervivencia que otorga aguardar por siempre una respuesta. 

Para nosotros, Barceló era uno de los poetas metidos en aquella "santa casa", como él llamaba al edificio de la Pza Paraíso. Otro de aquellos poetas, también desaparecido, era Alberto Sánchez, enciclopédico y cordial. 
La conversación con José María siempre rondaba la Historia y, dentro de ella, la poesía. Estrechamos la amistad el día que trajo a Zaragoza a uno de los más grandes juglares españoles, Javier Tárraga y su Girovago, para cantar romances moriscos con imágenes pintadas y proyectadas. 
Cuando Barceló llevaba al Salón Aragón alguna actividad escénica, se le veía preocupado. Tenía un sobrepeso de responsabilidad. Se arriesgaba, porque cualquier salón de la sede central de Ibercaja es muy confortable para el espectador pero no es un teatro. Sin embargo, de aquel día recordamos la exultante felicidad de Barceló tras la ovación que recibió el juglar granadino. Antes, habíamos compartido algunas angustias, como el escenario angosto para el montaje. Pero su mayor preocupación era por el público, ese público selecto que tienen ciertas instituciones y al que no conviene incomodar. Que le reprochen a uno la falta de decoro o la impostura de los artistas, puede ser el epílogo no deseado de la obra.

A lo largo de los años hicimos varias intervenciones bajo la batuta de Barceló: clausuras del Certamen Literario para Personas Mayores, sesiones de Poesía en el Campus, etc. 
 
 Barceló, Magdalena Lasala y Luis Felipe grabando Antífonas fugadas. 2007

Fue asiduo participante en las sesiones de Poesía con acento de América que organizábamos en el CC Terminillo, y lo tuvimos como poeta en el ciclo Los poetas tienen la palabra que se celebró en el Pabellón de Zaragoza, cuando la Expo.
Una de las últimas veces que lo vimos poniendo su pensamiento en acción fue en la presentación del Glosario Filosófico de Ángel Cristóbal Montes. Uno de esos actos a los que se acude sólo por disfrutar de la oratoria. 
Queden en el recuerdo las conversaciones en torno a los sefarditas, a Salvador Espriu, o al Camino de Santiago que tanto le reconfortaba espiritualmente.
En este vídeo, sus versos: