13 de enero de 2016

Íntimo sin complejos: 'Desde Azul'


Quise acompañar este estreno con una charla previa en torno al centenario mortuorio de Rubén Darío, su huella y los nuevos rumbos que ha ido tomando la poesía. 

Como la obra iba a presentarse en el Marcó Moreira de Tapiales, allí celebramos el acto. La biblioteca del teatro no es extensa, pero sí exquisita y, entre los  Brook y los Strasverg, me esperaba una edición popular de Azul que incluía como prólogo  los dos artículos epistolares que publicara Juan Valera en 1888 sobre el libro. Así que leí algunos párrafos, no tanto por lo que decía de Azul (que también) sino por disfrutar de la prosa peleona de Valera:

Víctor Hugo dice: L'art c'est l'azur; pero yo no me conformo ni me resigno con que tal dicho sea muy profundo y hermoso. Para mí, tanto vale decir que el arte es lo azul, como decir que es lo verde, lo amarillo o lo rojo. ¿Por qué, en este caso, lo azul ( aunque en francés no sea bleu, sino azur, que es más poético) ha de ser cifra, símbolo y superior predicamento que abarque lo ideal, lo etéreo, lo infinito, la serenidad del cielo sin nubes, la luz difusa, la amplitud vaga y sin límites, donde nacen, viven, brillan y se mueven los astros? Pero aunque todo esto y más surja del fondo de nuestro ser y aparezca a los ojos del espíritu, evocado por la palabra azul, ¿qué novedad hay en decir que el arte es todo esto? Lo mismo es decir que el arte es imitación de la Naturaleza, como lo definió Aristóteles: la percepción de todo lo existente y de todo lo posible, y de su reaparición o representación por el hombre en signos, letras, sonidos, colores o líneas. En suma: yo, por más vueltas que le doy, no veo en eso de que el arte es lo azul sino una frase enfática y vacía.

Sea, no obstante, el arte azul, o del color que se quiera. Como sea bueno, el color es lo que menos importa. Lo que a mí me dio mala espina fue la frase de Víctor Hugo, y el que usted hubiese dado por título a su libro la palabra fundamental de la frase. ¿Si será éste, me dije, uno de tantos y tantos como por todas partes, y sobre todo en Portugal y en la América española, han sido inficionados por Víctor Hugo? La manía de imitarle ha hecho verdaderos estragos, porque la atrevida juventud exagera sus defectos, y porque eso que se llama genio, y que hace que los defectos se perdonen y tal vez se aplaudan, no se imita cuando no se tiene. En resolución, yo sospeché que era usted un Víctor Huguito y estuve más de una semana sin leer el libro de usted.

No bien le he leído, he formado muy diferente concepto. Usted es usted con gran fondo de originalidad y de originalidad muy extraña. Si el libro, impreso en Valparaíso este año de 1888, no estuviese en muy buen castellano, lo mismo podría ser de un autor francés, que de un italiano, que de un turco o de un griego. El libro está impregnado de espíritu cosmopolita. Hasta el nombre y apellido del autor, verdaderos o contrahechos y fingidos, hacen que el cosmopolitismo resalte más. Rubén es judaico, y persa es Darío; de suerte que por los nombres no parece sino que usted quiere ser o es de todos los países, castas y tribus. 


También me permití extenderme en la importancia que tuvo Rubén en algunos autores del repertorio que presentamos: Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo y César Vallejo, entre ellos.


Y hablar de alguna curiosidad métrica, al hilo de los rumbos modernistas: las cuartetas asonantadas de "Eternidad" de Dulce María Loynaz están en heptasílabos; los serventesios de 'Setenta balcones y ninguna flor', de Baldomero, están en dodecasílabos... 

O de cómo Loynaz, cubana como José Martí y Julián del Casal, avanzados del modernismo... se rebela solfeando los símbolos rubendarianos:


Amor es


Amar la gracia delicada 
del cisne azul y de la rosa rosa;
amar la luz del alba 
y de las estrellas que se abren
y la de las sonrisas que se alargan...
Amar la plenitud del árbol,
amar la música del agua
y la dulzura de la fruta
y la dulzura de las almas
dulces..., amar lo amable, no es amor (...)


En Desde Azul alternamos poemas para recitación clásica con otros recreados visualmente o interpretados con más teatralidad. Dos cisnes sobre el azul contemplan el desfile de poéticas nuevas.

Aquí, algunas fotografías de la función que compartí con Carina Resnyski el pasado sábado. En el Teatro  Marcó Moreira de Tapiales:


 'Los cisnes', de Rubén Darío
'Romero solo', de León Felipe


'Eternidad', de Dulce  María Loynaz






'Setenta balcones y ninguna flor', de Baldomero Fernández Moreno

'Son número seis', de Nicolás Guillén


'América Latina', de Nicomedes Santa Cruz

'Para las seis cuerdas', de Jorge Luis Borges

'Espantapájaros', de Oliverio Girondo
'Canción adúltera', de Chicho Sánchez Ferlosio

'Noche y día', de Lluis Urpinell